domingo, 16 de junio de 2013

Entrevista en diario Tiempo Argentino

"Los hijos de represores también fueron víctimas"

Los psicólogos realizaron un revelador estudio sobre los casos de hijos de personas involucradas en la represión.

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Por: 
Tiempo Argentino
Lejos de aquellos hijos de militares que hicieron causa común con el accionar de sus padres en la última dictadura, otros jóvenes y adultos, que rechazan esa pesada herencia represiva, sufren las consecuencias psicológicas de intentar cortar con lo que sus padres hicieron y representan. “Lo normal era que la práctica de la violencia más extrema y despiadada desestabilizara a sus autores, y que también acabara resintiéndose de ello el siempre complejo entramado de las relaciones paterno - filiales de los criminales de Estado”. La frase pertenece al libro El alma de los verdugos, del ex juez español Baltasar Garzón y el periodista Vicente Romero, y replica un fenómeno poco explorado en el país que también se repite en las familias del personal civil de las Fuerzas Armadas.
Los psicólogos Héctor Bravo y María José Ferré y Ferré se encontraron con esa problemática a partir de su trabajo de más de 15 años para una obra social de empleados militares y civiles de las Fuerzas Armadas. Allí sus pacientes mostraban síntomas repetidos, marcas que les dejó el accionar de sus padres y el sistemático silencio sobre lo que sucedió. “Al no poder elaborar lo que vivieron sus padres, se inclinan  a encerrarse en algo que no logran procesar. 
Eso les trae pesadillas, trastornos de conducta o trastornos más graves”, explican los especialistas.
Los sueños, como una breve mirada del inconsciente, fueron una de las ventanas para intentar entender el fenómeno. 
A pesar de que nunca escucharon hablar de los secuestros, las torturas o las desapariciones de boca de sus padres, esas cosas no dichas en la familia explotan en sus pesadillas: se sueñan siendo perseguidos, secuestrados, comidos por ratas o torturados.
"Había un nene pero era yo, tenía que pasar bajo un alambre de púas para escapar como de un campo militar porque lo iban a torturar. Llegaba a un lugar que era un kiosco y los militares no lo podían agarrar. La quiosquera se sorprendía de que hubiera podido escapar de ese lugar", es el relato de una mujer de 19 años. Esa estructura se repite entre hijos de militares y civiles que estuvieron activos en la última dictadura.  
Los sueños fueron recopilados y forman parte del estudio que llevan adelante Bravo y Ferré y Ferré. Luego de años de tratar a pacientes con estos sueños y con síntomas similares, decidieron abrir la investigación y recolectar testimonios por fuera del consultorio, por lo que hicieron la convocatoria a hijos e hijas de militares y civiles en actividad entre 1976 y 1983 (otrasvictimas@gmail.com). La vigencia de los juicios por delitos de lesa humanidad, que ponen constantemente en discusión la temática, y la avanzada edad o muerte de sus padres, fueron elementos decisivos para que muchos se acercaran a  intentar saldar esas cuestiones pendientes.
"A partir de nuestra actividad profesional empiezan a acercarse hijos de ex militares o de gente que estaba relacionada a las Fuerzas Armadas, como personal civil. Llegan con temas de consulta diversos, pero empezamos a ver factores que se repiten y a inteligir algunos patrones. ¿Por qué en tantas pesadillas aparece el tema de que sienten perseguidos o casos de delirios?", señala Ferré y Ferré.
Los psicólogos empezaron a detectar patrones entre distintos pacientes y comenzaron a trabajar sobre los efectos del silencio y la transmisión de los traumas a través de generaciones.
"Todos tenemos una historia que es transgeneracional. A todos nos interesa cómo fueron nuestros abuelos y padres en su juventud, pero qué pasa cuando hay un silencio, cuando nadie te responde", se pregunta de manera retórica Bravo. Y agrega que, como psiquiatra, percibió “cómo ese silencio genera trastornos psiquiátricos severos como esquizofrenia, trastornos paranoides, u otros casos más leves como neurosis, o que no pueden procesar los sueños que tienen”.

–¿Cómo influye la mirada de la sociedad sobre los hijos de los militares y ese silencio que sostienen las familias?
Bravo: –En general los militares le decían a sus hijos que dijeran que eran empleados del Estado o administrativos. Recién a los 15 o 20 años se empiezan a enterar y a cuestionar.
Ferré y Ferré: –Ese es uno de los grandes obstáculos. Cuando emprendimos la investigación, la primera lectura que se tiene es que estamos de acuerdo con esa gente y que, por eso, salimos a ocuparnos de sus hijos. Pero no, a mí me parece un horror lo que hicieron pero este es el hijo no su papá. Por eso también es difícil verlos como víctimas.
–En ese sentido, ¿por qué los consideran ‘nuevas víctimas’?
B: –Hubo víctimas directas, los desaparecidos, los niños apropiados, sus familias, y para nosotros existe un sector que nunca fue reconocido como víctima, que son los hijos de los represores. Al no poder elaborar lo que vivieron sus padres, se inclinan  a ir encerrándose en algo que no logran procesar. Eso es lo que trae pesadillas, trastornos de conducta o trastornos más graves.
–El primer acercamiento de los jóvenes se dio como pacientes, ¿ahora cómo se da el acercamiento de los hijos?
B: –Esto que sucede en Argentina, que se juzgue a los responsables, aunque no produce una respuesta masiva sí hemos tenido acercamientos de gente que quiere conversar sobre su experiencia. Algunas personas que no son hijos de represores pero sí de militares o civiles que fueron parte de esa campaña de silencio. La edad avanzada o la muerte de sus padres a algunos también les permite un destape, sobre todo en el caso de mujeres. 
FyF: –Con los juicios, es un tema que permanece vigente pero, por ejemplo, la muerte de (Jorge Rafael) Videla también generó toda una cuestión puntual de la figura del genocida, el torturador. Varias pacientes mías de años, hijas de militares que tenían el alta, me han vuelto a llamar para verme. No creo que sea casualidad.
–¿Cuál es el perfil de quienes se acercan?
FyF: –Nosotros notamos ahora gente que explícitamente nos contacta y nos dice que no quiere tener nada que ver con su padre. Otras personas que llegaban al consultorio (por la obra social) no hacían esa diferenciación tan explícita, era una diferenciación tácita, eran hijos de militares que militaban en izquierda o estudiaban Filosofía y Letras. El que está de acuerdo con lo que hizo su padre tiene muy pocas chances de llegar a una consulta porque hay un montón de cosas que no se va a cuestionar nunca. Y si entra en crisis nunca podrá relacionar eso con lo que hizo su padre.
–Además de la cuestión individual, de cómo afecta a los hijos, también plantean en su estudio un aspecto político y social...
B: –Sí, creemos que en la medida en que no se tome conciencia y no salga a luz toda esta situación, se puede volver a repetir. Por eso hablamos de contribuir al Nunca más porque siempre queda dando vueltas esto del autoritarismo, del terrorismo de Estado, de la tortura como métodos de coacción. Eso se trasmite. Lo que no se dice en la casa, estos silencios que hay forman un nudo que es muy difícil de elaborar para la generación siguiente. Ya hay otra generación, los nietos de la gente que estuvo en la represión que si nunca lo hablan tal vez también tengan algún tipo de trastorno. 
–¿Se puede traspolar este fenómeno hacia la sociedad? ¿Se puede igualar este silencio que hubo en los militares y que afectó a los hijos a la sociedad?
B: –Fue una sociedad reprimida. No es exactamente igual el fenómeno, pero esa represión ha provocado incluso enfermedades en el conjunto de la sociedad. Como todo el mundo se calló entonces alguna coparticipación hay en la culpa.

"Ante los demás, soy como él; tengo que demostrar inocencia"

El joven, que prefiere mantener el anonimato, nació en los últimos años de dictadura. Su padre es Carlos "El Indio" Castillo, quien encabezó la agrupación paramilitar Concentración Nacional Universitaria (CNU) en esa ciudad y ya en dictadura integró los grupos de tareas de los centros clandestinos de detención bonaerenses La Cacha y Pozo de Banfield. 
"Los primeros recuerdos relacionados con mi padre son de él preso, pero sin saber el motivo", recordó a Tiempo Argentino.  Y se distanció de su padre y lo que representa: "Con este peso, con este nombre e historia, me siento muy a disgusto, es algo que se me hace muy difícil de soportar." 
A diferencia de otros represores, "El Indio" ingresó al sistema penal apenas retornó la democracia, cuando en 1984 fue detenido por un intento de secuestro a un industrial en La Plata.
"En los momentos en que estaba con nosotros era una amenaza latente. Me pegó solamente una vez, pero con sus actitudes y obrar siempre estaba a punto de hacerlo y teníamos instalado el miedo. En la crianza siempre fue frío, sin una pizca de cariño", señaló el joven, quien reconoció que intentó acercarse muchas veces a Castillo pero nunca lo logró. "Era una persona con pocos rasgos de humanidad. Vivía como pensaba, que el enemigo es el otro, era capaz de sacar la pistola en el medio de la calle y amenazar a una persona en plena luz del día", relató.
En 1990, Castillo acompañó a Aldo Rico en los levantamientos carapintadas y, en 1991, fue detenido nuevamente con un arsenal apenas a dos cuadras de la Quinta de Olivos.
Sobre su rol en la CNU y la dictadura, el joven se fue enterando a cuentagotas. "Empecé a armar la historia por comentarios de mis padres, quienes catalogaban a 'los zurdos' como 'cagones' y 'traidores'. Además, en comidas o en una quinta les gustaba vanagloriarse de como 'amasijaron' a alguna persona. Pero recién con las últimas publicaciones de Miradas al Sur pude armar el rompecabezas de su participación en la CNU", señaló, quien en 2002, con 21 años, eligió alejarse de su casa y de su padre para siempre aunque, a su pesar, volvió a verlo una vez más cuando Castillo fue a declarar en los Juicios por la Verdad e intentó visitarlo en su trabajo.
"Él se considera un héroe. Espero que al momento en que sea juzgado yo pueda estar liberado de su sombra", manifestó el joven, quien lleva el apellido como una pesada carga.  "Con este peso, con este nombre e historia, me siento muy a disgusto, es algo que se me hace muy difícil de soportar y que muchas veces me ha llevado a no realizar actividades que me gustarían por la mirada que puede pesar sobre mí. Solamente por ser su hijo soy como él ante los ojos de los demás, tengo invertida la carga de la prueba, soy culpable y tengo que demostrar que soy inocente", comentó. Y agregó: "Me considero otra víctima de la dictadura y de los milicos, porque ellos fueron los que instruyeron y orquestaron a tipos como mi papá, igual me considero en el escalón más bajo de las víctimas, muy lejos de los que han sufrido realmente en aquella época", reconoció.
Sobre los juicios por delitos de lesa humanidad, que lo tienen a su padre entre los acusados, aclaró: "Me siento muy bien, creo que una condena va a ser un alivio porque mi miedo más grande es cruzarlo por la calle o que me busque. Como ciudadano celebro los juicios, y no se debe descuidar al brazo civil que actuó, como 'El Indio' y sus secuaces de CNU. No puede ser que hayan vivido más de 30 años con impunidad pudiéndose cruzar por la calle con familiares de víctimas sin que se les mueva un pelo."

martes, 9 de abril de 2013

Desgrabación entrevista a Héctor Bravo, de Radio Noticias de La Pampa


Carlos Mateu: Esta es una mirada hacia otro lado, no son los hijos de desaparecidos que crecieron en la ignorancia y después hicieron un ADN y les dijeron que sus papás eran víctimas de la dictadura. Este es otro análisis, otro abordaje, otra investigación. Tal vez una de las preguntas para formular la hipótesis de trabajo haya sido ¿Qué se sentirá ser hijo de un militar en actividad durante la dictadura?, ¿Qué se sentirá ser adolescente y pensar “mi viejo participó de esto”?, ¿Se hereda la culpa de lo que hicieron los padres? Entre otros, lo entrevistó, o mejor dicho, desarrollaron el trabajo Héctor Bravo, que es médico psiquiatra y María José Ferré y Ferré, que es psicóloga. Trabajaron 15 años, insisto, con hijos de militares activos entre el 76 y el 83 y tenemos el gusto de conversar aquí en la radio con Héctor Bravo, el médico psiquiatra. Buenos días Héctor, mucho gusto, muchas gracias

Héctor Bravo: Que tal Carlos, como le va

CM: Pero muy bien, encantado de conocerlo y de escucharlo, sobre todo, más que nada porque objetivamente nos parece muy interesante esta….yo lo voy a graficar así y usted me va a entender: darse vuelta y mirar hacia el otro lado, detrás de la coraza de los jerarcas de la dictadura. Los hijos y su prole, ¿cómo sentirán lo que papá hizo?

HB: Sí. No es tan sólo los hijos de la jerarquía militar o de militares en actividad en esa época, sino también de lo que significa el personal civil de las Fuerzas Armadas, porque como dice Simon, un escritor norteamericano, por cada represor activo, hay como cincuenta colaboradores pasivos, escribientes, ordenanzas, que fueron enterándose de esto. No es que directamente –en algunos casos sí- la función de los padres de los pacientes era de represión, tortura o asesinato. Sino que estaban dentro de ese círculo de silencio que se prolongó a lo largo de los años. Y los hijos de militares o civiles pertenecientes a las FFAA, son los que han sufrido las consecuencias de ese silencio justamente.

CM: ¿Y cómo vieron ustedes que se traslada esto? Usted me lo podrá decir mejor… en general los hijos tomamos en los primeros años de nuestra vida y sobre todo en nuestra niñez y adolescencia, los conceptos de mamá y papá dichos en la mesa de casa. Uno crece con este mandato cultural y hasta ideológico. Después uno puede modificar la cosa, en virtud de las vivencias propias.

HB: Por supuesto. Ellos son el primer modelo. El problema es que en ese caso, en la mesa no se hablaba de eso, se hacían acciones, o le inculcaban que no debían decir que eran hijos de militares o miembros de las FFAA o de seguridad, sino que eran empleados públicos nada más. Desde el comienzo había un ocultamiento. Muchas veces no se dieron cuenta, hasta que comenzaron la terapia y los tratamientos, que todo este silencio que se había ido prolongando a lo largo del tiempo producía mucho sufrimiento. Sufrimiento que se producía en síntomas psíquicos, físicos o en pesadillas, en sueños que los atormentaban y los hacían sufrir mucho.

CM: ¿Y con qué cosas se encontraron en el relevamiento?

HB: Con esto justamente. Por un lado lo que nosotros denominamos -simplificando la clasificación- en términos neuróticos, el paciente que funciona relativamente bien pero tenía muchas pesadillas, que no le encontraban sentido, sentirse perseguidos…. Y por otro lado los que no tuvieron tanta suerte e hicieron psicosis, esquizofrenia, trastornos bipolares, distintos delirios de persecución, y que se traducían también en síntomas que llevaban a la internación o pesadillas horrendas donde eran perseguidos o se convertían en asesinos, o que comían a las víctimas que tenían. Esto produce lógicamente mucho dolor y sufrimiento. ¿Cuál es la función principal del médico o del profesional de la salud mental? Tratar de disminuir el sufrimiento de los pacientes, porque ese es lo que los lleva a consulta. A partir del trabajo clínico -porque esto no comenzó como un trabajo de investigación, sino clínico- y a medida que fuimos viendo lo que pasaba, nos comenzamos a interesar más en estudiar e investigar esto. Una cuestión no menor es la heredabilidad de la culpa, donde se sentían culpables ellos mismos de lo que los padres habían hecho, lo que ellos suponían que los padres podían haber hecho o podían saber que habían hecho y no dijeron absolutamente nada.

CM: ¿Es cierto que hay diferencias en los testimonios o en las vivencias por sexo, o sea, entre varones y mujeres?

HB: Hemos visto diferencias. Las mujeres en general tenían un rol más pasivo, se identificaban más con la víctima, mientras que los pacientes varones, o desarrollaron una psicosis o  eran trasgresores: mostraron conductas que los padres no aprobaban, adicciones homosexualidad, etc. Justamente en contra de los valores supuestamente levantados por los padres. No hemos profundizado, la idea ahora es tener un universo más amplio de testimonios.

CM: Una especie de “rompo con toda mi herencia”, “hago lo mi papá siempre criticó”, me drogo…

HB: Exacto, o me dejo el pelo largo. Había transgresiones más leves, otras más fuertes.

CM: O me voy a un partido de izquierda…

HB: No es lo más común, pero también se ha dado.

CM: Que cuestione mucho la dictadura y sus integrantes… ¿Y tienen alguna referencia con las esposas de estos hombres?

HB: Sí, también hemos tenido pacientes. La mayoría tienen identificación con los victimarios, salvo algunos casos. Digamos, han convertido la vida, han aceptado esa situación, a veces algunas dicen “nunca dijo nada”, “yo no sabía totalmente”. Pero bueno, de cualquier forma, el hecho de compartir toda una vida, hace que algún conocimiento se tenía de todo lo que estaba sucediendo.

CM: Alguna vez el  señor llegó a su casa y ante la pregunta de “¿cómo te fue querido?”: “Y hoy detuvimos a veinte”

HB :Tanto como eso no. En general había silencio, salvo el caso de una paciente -que creo que en el periódico se relata-, cuyo padre que en un momento determinado, en una cena de Navidad, empezó a contar todo lo que había hecho. Despertó el horror de la paciente.

CM: El padre como que vomitó su verdad...

HB: Pero en un lugar y en un momento no demasiado apropiado. “¿Cómo junto a mi papá con un monstruo?”, se preguntó ella y nos lo repetía a nosotros.

CM: ¿Y ella se entera en ese momento que su padre era un monstruo literalmente?

HB: Exacto. Y era una adolescente.

CM: Perdón que le profundice, ¿y esa chica adolecente en esa cena de Navidad, de que cosas se enteró?

HB: Bueno, de cómo torturaban, de cómo violaban, de todas las conductas sádicas, perversas que tenían estos personajes durante los interrogatorios, durante las situaciones de captura que tenían.

CM: Héctor, y una cosita más, ¿cómo pudieron ustedes, o que evaluación hacen de otro hecho puntual, dentro de todo este combo terrorífico, que fue el robo de bebés? ¿Cómo analizan estas personas analizadas por ustedes el robo de bebés consigo mismos? ¿Se terminaron preguntando “no seré yo un robado”?

HB: Pero por supuesto, en general los señalamos: muchos de ellos se enteran de lo que pasó en la dictadura en la escuela. Cuando comienzan a escolarizarse y habla del tema, después de los años ochenta. El Juicio a las Juntas… se va haciendo público todo lo que en este momento sabemos. Uno tiene que saber que en general que todo chico, entre los seis y diez años, empiezan a dudar de la identidad, de la paternidad. Todos comienzan a pensar que son adoptados o no en algún momento de la vida. En estos chicos, es más grave todavía. Porque realmente ante la situación del robo de bebés, de la restitución, comenzaron a preguntarse si ellos mismos habían sido. Es una población que estamos viendo, nacida en el 76 en adelante. En algunos casos algunos pacientes nacieron alrededor del 70 y eran chicos cuando comenzó la dictadura, pero todo esto fue afectando su sentido de identidad, se cuestionaron a sí mismos a ver hasta dónde eran hijos de estas personas.

CM: Que interesante trabajo ¿Cuántos testimonios han recogido en estos quince años?

HB: Bastantes. No lo podría decir, pero el número en sí es mucho, hemos tenido muchos pacientes.

CM: El trabajo finalmente expuesto y documentado, ¿cómo se utiliza? ¿Quién lo utiliza?

HB: Nosotros  publicamos en una revista de Ciencias Sociales, de la Universidad de Quilmes, el año pasado, un adelanto. Y este año, justamente el 22 de marzo presentamos este trabajo en el Congreso Centroamericano de Psiquiatría, cuyo tema fundamental era “Mente y Trauma”. Tuvo realmente una buena recepción, porque todos los países centro y latinoamericanos sufrieron procesos parecidos en los años sesenta y setenta. Y realmente tuvo bastante repercusión, lo cual nos alegró mucho. El reconocimiento aparte, de que en Argentina se ha trabajado mucho más en ese sentido, que en el resto de Latinoamérica. Algunos médicos dijeron, “acá en este país no hemos hecho absolutamente nada”. Hemos establecido las relaciones como para tratar de seguir ampliando y viendo en distintos países como han sido las reacciones. Yo creo que ha sido de utilidad para ellos también, como la punta de un ovillo para poder comenzar a trabajar.

CM: Le quiero hacer una última pregunta a Héctor Bravo, el médico psiquiatra, desde su condición nos puede alumbrar un poquito más esto. Ya no pensando en los hijos de los represores, sino los mismos represores y desde esa estructura psiquiátrica o mental que tiene un ser humano ¿Qué se tiene cuando se avala el asesinato o la tortura, sobre todo la tortura, el mutilar al otro, a un semejante que grita…?

HB: Producirle dolor al otro

CM: Producirle dolor al otro, el dolor que le provoca el grito, el llanto, humillación, etc. ¿Qué se tiene en la cabeza? Permítame la pregunta tan de tribuna de fútbol.

HB: Es difícil saberlo. Muchos de ellos son personas psicopáticas, perversas. En otros había mucho miedo en este proceso. Miedo a lo que pasaba y era una forma de reaccionar, de pretender defenderse de ese miedo y lo proyectaban y aplicaban sobre la persona, el otro. Creo que fundamentalmente pasa por ahí. Y en algunos otros está la obediencia debiida, así como hubo casos, los vemos en los relatos, de militares que decidieron retirarse antes que ejecutar una orden de ese tipo. Depende de la estructura moral de cada uno. Son los valores que son más predominantes en la constitución de su personalidad.

CM: Muy interesante, doctor Bravo, muchas gracias.

lunes, 8 de abril de 2013

Entrevista en Radio Noticias, provincia de La Pampa

Desde La Pampa también se interesaron por nuestra investigación. Este sábado por la mañana, el Dr Héctor Bravo fue entrevistado en "El Aire de la Mañana", programa de Radio Noticias, La Pampa, por su conductor Carlos Mateu.

Compartimos con ustedes el audio:




domingo, 24 de marzo de 2013

Entrevista en el Diario Perfil

Nuestra investigación se difunde en los medios. María José Ferré y Ferré y Héctor Bravo fueron entrevistados por el Diario Perfil de este domingo 24 de Marzo. Ésta es la nota:





A 37 AÑOS DEL GOLPE MILITAR  

Los "otros" hijos que crecieron con un padre torturador

Durante 15 años, dos especialistas estudiaron las secuelas psíquicas y sociales sufridas por hijos de militares que participaron de la represión en la dictadura.

Por Fernando Torrado | 24/03/2013 | 18:05

Cómo es ser hijo de un represor.
Cómo es ser hijo de un represor. | Foto: Cedoc
¿Qué se sentirá ser hijo de un militar en actividad durante la dictadura? ¿Qué sucedía dentro de sus hogares? ¿Se hereda la culpa de lo que hicieron los padres? Héctor Bravo, médico psiquiatra; y María José Ferré y Ferré, psicóloga,intentan responder estas preguntas. Después de trabajarquince años con hijos de militares activos entre 1976 y 1983 se proponen analizar las consecuencias psíquicas y sociales en esos hijos: síntomas físicos, transgresiones e identificaciones con el agresor y las víctimas.
Bravo y Ferré y Ferré recibieron a PERFIL en su casa de Congreso. Los terapeutas se sentaron en el diván, y entre pilas de libros, CD y un clásico tocadiscos, conversaron sobre estos hijos a los que consideran “otras víctimas” de la dictadura.
Los especialistas cuentan con las historias clínicas de los pacientes que aceptaron ser parte de su trabajo, pero quieren ampliar aún más el universo de estudio. Para eso abrieron una convocatoria a otros hijos de militares para que sumen su testimonio. Los casos analizados no involucran sólo a padres torturadores: muchos de ellos son militares que sabían de los crímenes y guardaron silencio, pero no fueron represores.
El único antecedente de una investigación similar es “Tú llevas mi nombre. La insoportable herencia de los hijos de los jerarcas nazis”, de Norbert y Stephan Lebert, que habla del padecimiento de los hijos que cargan con apellidos vinculados al nazismo. En el caso de la dictadura argentina, se trata de una propuesta inédita: “Nunca nadie se ocupó. Algunos han comenzado a investigar, pero muy pocos. Sobre todo no se ha hecho público”, sostiene Bravo.
Los sueños y pesadillas son las llaves de entrada que tomaron los especialistas para conocer este sufrimiento oculto. Estos hijos crecieron con padres que en sus casas los acariciaban y los cuidaban, mientras fuera de sus hogares, de espaldas a ellos, estaban vinculados a la represión ilegal. Los pacientes más leves se identifican en sus relatos con la víctima y no con el victimario. En sus sueños viven en carne propia lo que padecieron las víctimas de la dictadura. Persecuciones por desconocidos, delaciones por alguien de confianza y documentos que se borronean en el agua son algunas de las imágenes que aparecen en las historias. Los que están más graves, en cambio, se identifican con el padre y no con la víctima. Estos pacientes sufren delirios y brotes psicóticos, y cuando evolucionan tienen sueños en los que ellos ya no son victimarios, sino víctimas.
Las conductas de estos hijos no son iguales en mujeres y varones: ambos géneros sienten el pasado de sus padres como una carga pesada, pero lo viven de distinta manera. Ferré y Ferré sostiene que “las hijas mujeres tienen una conducta más pasiva, como hacer elecciones de pareja en las que la pasaba muy mal y someterse a situaciones de maltrato. El hijo varón, en cambio, se identifica más con aspectos que sus padres hubieran repudiado: transgresión, adicciones, homosexualidad, militancia en partidos de izquierda”. Otra diferencia, señala Bravo, está en la idealización del padre: “Al varón le cuesta más romper con el padre. Lo ha tenido idealizado, aunque lo maltratara. Ese proceso de desidealización se va dando con el tiempo”.
¿Cómo es ir al colegio y aparecer en la lista con un apellido vinculado a la dictadura? ¿Es fácil entregar un currículum para un nuevo trabajo? ¿Qué dicen los hijos cuando les preguntan por el trabajo de sus padres? Cuando eran niños, a la salida de la escuela, no podían repetir dos veces seguidas el mismo camino. Si querían saber por qué, la respuesta era siempre la misma: “Porque yo te lo digo”. En la mesa familiar, por temor a represalias, les insistían que no dijeran que su papá era militar. Otras veces, los padres cambiaban de habitación y dormían lo más al fondo posible de la casa. Este tipo de vivencias afectaron la vida adulta a través de problemas de adaptación en la universidad y el trabajo.
En las familias de militares había un pacto de silencio: “De esto no se habla”. Los civiles y militares, si conocían o sabían algo que pasaba, no lo comentaban en familia: se callaban. Así como en la casa no asumían el riesgo de hablar del tema, tampoco lo hacían afuera. Bravo asegura que “la sociedad no discrimina a estos hijos. Tanto que tampoco se sabe de su sufrimiento. Poca gente ha hablado de esto, por lo cual termina siendo un problema interno de ellos”. Por eso estos hijos se sorprenden y agradecen cuando en el espacio de la terapia encuentran un lugar para ser escuchados y acompañados.
La mayoría de estos hijos se enteró de las torturas y los crímenes de la dictadura a través de la escuela. Saber que en la dictadura hubo robo de bebés hizo que muchos de ellos empezaran a dudar de su identidad. ¿Seré un hijo de desaparecidos?, se preguntaban algunos. El vínculo con sus padres ya no era el mismo: cuando estos hijos tuvieron edad para interrogarse sobre sus padres, ya eran más grandes y compartían pocos momentos con ellos. A los hijos, en general, les costó animarse a hablarlo. Los padres, salvo excepciones, tampoco dijeron nada.
El silencio de la infancia, lejos de romperse con los años, se mantiene cuando los hijos son adultos. Muchos de ellos, en una entrevista de trabajo, dicen que su padre era empleado público. A pesar de que nada les impide sincerarse, siguen eligiendo ocultar el pasado. ¿Por qué ocurre esto? Los especialistas coinciden en que los sentimientos de culpa y vergüenza, junto a la carga del “qué habrá hecho mi papá”, son los que sostienen y prolongan ese silencio. La tarea de estos hijos, con la ayuda de los terapeutas, es desencriptar eso que no fue dicho para poder elaborarlo y que la culpa y la vergüenza no se transmitan de los padres hacia los hijos.
Pocas veces ha pasado que padres e hijos hablen de lo sucedido en años de dictadura. ¿Cuál es la relación más deseable que pueden construir? Los especialistas dicen que lo más sano es hablar del tema. No todos los hijos lo viven de la misma manera. Algunos se enojaron con sus padres por su pasado y tomaron distancia de ellos. En otros predominó el miedo a empeorar la convivencia. Bravo y Ferré y Ferré sostienen que la situación ideal es que los hijos tomen la iniciativa, ya que es difícil que un padre se sincere sobre su vida pasada.
Los investigadores aseguran que lo que estos hijos y sus padres no hablaron sobre larepresión ilegal en la dictadura igual se transmite en la vida cotidiana. El pasado de los padres puede aparecer en el presente de los hijos. Algo similar ocurre en los casos de violencia cotidiana: muchos chicos que fueron golpeados en la infancia con los años se convierten en golpeadores. Ferré y Ferré destaca que el análisis y la comprensión sirven para evitar que se repitan esas conductas no deseadas: “El hecho de que los descendientes de los victimarios puedan elaborar esto también es una medida de prevención a futuro en cuanto a conductas de transgresión y de violencia”.
Las veces que padres e hijos pudieron hablar del tema dieron lugar a distintas reacciones. Ana Rita Vagliati tiene 41 años y es hija de Valentín Milton Pretti, un policía bonaerense ligado aRamón Camps y Miguel Etchecolatzque participó de la represión ilegal en el Centro de Operaciones Tácticas I de Martínez. Su aversión al pasado de su padre la convenció de pedir el cambio de apellido, al que consideró un “símbolo oscuro” de la dictadura. Hace seis años, la Justicia autorizó su pedido. A partir de ese momento lleva el apellido materno: Vagliati.
La alemana Gudrun Himmler, de 83 años, es protagonista de un caso inverso: se siente orgullosa de ser hija de un represor. Su papá fue Heinrich Himmler, jefe de las SS de la Alemania nazi. En su infancia recorrió el campo de concentración Dachau y presenció los encuentros de su padre con Adolf Hitler. Lejos de repudiar al nazismo, esta abuela es una de las cabezas visibles de Stille Hilfe (Ayuda Silenciosa), una asociación que nació en 1951 para pedir la liberación de 700 jerarcas del Tercer Reich. Este organismo maneja fondos para asistir económicamente a nazis y niega la existencia del Holocausto.
La frase “Nunca más” simboliza el repudio a la tortura y desaparición de personas durante la última dictadura. Los especialistas aseguran que para completar esa consigna hay que abordar las historias de estos hijos como otra clase de víctimas. “Los hijos de desaparecidos encontraron, merecidamente, un montón de espacios en los que ser escuchados y contenidos. No ha pasado así con los hijos de los victimarios”, señala Ferré y Ferré. Bravo aclara que no es una comparación entre dos tipos de sufrimientos, sino abordar la existencia de una clase de víctimas desconocidas: “Si se enferman por esto, también son víctimas”.

 

Cuando tu padre es un monstruo

Por F.T. | 24/03/2013 | 03:57

Hace quince años Bravo y Ferré y Ferré iniciaron un trabajo clínico sobre la salud mental de los hijos de militares en actividad durante la última dictadura. Las consultas que empezaron a recibir de esta población específica dieron lugar a la recolección de datos que, con la autorización de los pacientes, se trasladó al campo académico y formó parte de una tesis de diplomatura de Ferré y Ferré. PERFIL accedió al testimonio de dos pacientes que forman parte de los casos analizados por los investigadores:
 Una joven de 25 años vivió una experiencia poco frecuente en este tipo de historias: su padre se le acercó y le contó cómo torturó en la dictadura. Desesperada por el contraste entre el papá que jugaba de chica con ella y el torturador que se confesaba, llevó la angustia a terapia: ¿Cómo junto a mi papá con un monstruo?”, se preguntó.
Una mujer de 30 años tenía pesadillas en las que mutilaba personas y se las comía. También sufría delirios: si había un accidente, sentía que era su culpa y que le gritaban “¡Asesina!”. Años después, dejó de soñar que mataba personas y empezó a soñar que era atacada por ratas que la mordían.
 La aparición de las ratas en los sueños no es casual: tiene que ver con uno de los métodos de tortura utilizados por la última dictadura militar. Se trata del “rectoscopio”, que era un tubo que se introducía por el ano de los varones o la vagina de las mujeres, por el cual se largaba una rata viva. Cuando el animal quería salir empezaba a morder por dentro el cuerpo de la víctima.
 Para su investigación, Bravo y Ferré y Ferré buscan ampliar la población y convocan a aquellos que quieran brindar nuevos testimonios a escribir a otrasvictimas@gmail.com o visitar otrasvictimas.blogspot.com. La idea es sumar a las historias clínicas nuevos testimonios de personas que hayan vivido situaciones similares y quieran comentarlas. El trabajo definitivo podría derivar en la publicación de un libro.



martes, 5 de marzo de 2013

CONVOCATORIA


Proyecto de Investigación: Dictadura, otros hijos, otras víctimas



¿Cómo es crecer con un papá represor? ¿Que sucedía en el interior de esos hogares durante la época de la última dictadura cívico- militar? ¿Se hereda la culpa? Los hijos e hijas de represores, ¿son igual de culpables, tienen algún grado de responsabilidad?

Somos dos psicólogos argentinos que hace tiempo nos hacemos estas preguntas. Trabajamos hace más de una década como terapeutas de hijos de represores. Notamos que existe en la sociedad una tendencia a identificarlos con los mismos victimarios. Sin embargo, nosotros sostenemos que se debería poder desligar a los hijos de lo que hicieron sus padres. No sólo no tuvieron que ver con su accionar criminal, sino que también muchos padecieron consecuencias psíquicas por la labor que desarrollaban sus padres en aquella época.

Por eso, iniciamos un proyecto de investigación sobre hijos e hijas de militares y civiles en actividad entre 1976 y 1983, una nueva categoría de víctimas que no ha sido reconocida ni escuchada en la academia, ni en publicaciones ni en medios de comunicación.

La investigación pretende recopilar sueños de los hijos e hijas de los victimarios de la última dictadura cívico-militar. Queremos analizarlos a través de categorías teóricas como la transmisión inter o transgeneracional de vivencias traumáticas. Este concepto del psicoanálisis involucra la repetición inconsciente de lo silenciado, lo “no dicho” y de lo “no representado” de una generación a otra. En estos casos, siempre está relacionado con el horror, la tortura, el asesinato.Crecer en ese clima familiar puede favorecer la formación de síntomas físicos, pesadillas, identificación con el agresor, agresividad difusa, tendencia a la transgresión y dificultad para establecer vínculos positivos, entre otras cosas.

Nuestra búsqueda apunta a encontrar a esos “otros hijos”, conocerlos, hablar con ellos para identificar aquello que se presenta como diferentes síntomas. Tenemos cientos de testimonios, pero queremos escuchar más. Este encuentro no pretende tener ningún tipo de relación con las causas judiciales ni apuntan a denunciar penalmente a los padres.

El enfoque que nos proponemos no ha sido estudiado aún en nuestro país. Existe un sólo antecedente en este abordaje: “Tú llevas mi nombre. La insoportable herencia de los hijos de los jerarcas nazis”, escrito por Norbert y Stephan Lebert, en Alemania. El libro, publicado en 2000, cuenta el padecimiento de los hijos que cargan el apellido y la culpa por los crímenes de sus padres nazis. Dada la escasez de trabajos en esta temática, esta investigación inédita pretende ser una contribución al anhelo del “Nunca Más”: completar el estudio de todas las partes de la represión, víctimas y victimarios, para que finalmente se cumpla la esperanza de que no se vuelva a repetir el terrorismo de Estado y los hechos trágicos que le sucedieron.

El silencio NO es salud, y queremos escucharlos, oír sus palabras. Los invitamos a aportar sus sueños como testimonios. Garantizamos la confidencialidad y el anonimato, en un ambiente ameno dispuestos a compartir y aportar sus vivencias. Pueden escribirnos a otrasvictimas@gmail.com para consultarnos dudas o inquietudes, saber más del proyecto o aportar su testimonio. El contacto inicial es vía mail, por razones de organización y confidencialidad.

Lic. María José Ferré y Ferré y Dr. Héctor Bravo
Contacto de prensa: Jimena Rosli y Diana Ovejero Ferré
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